La guerra química no es un invento humano. Algunos seres vivos, especialmente los que no se pueden mover, como plantas y hongos, segregan sustancias que les permiten defenderse de agresiones, o atraer insectos beneficiosos.
En algunos casos, el aprovechamiento de estas propiedades de plantas u hongos ha permitido a los humanos solucionar problemas propios.
Uno de los productos naturales que más ha cambiado el curso de las enfermedades infecciosas es la penicilina. Esta sustancia química es segregada por el moho Penicillium y tiene propiedades sobre bacterias infecciosas: inhibe su crecimiento. El hallazgo de las propiedades de la penicilina tuvo lugar en septiembre de 1928 gracias a la perspicacia de un investigador. Alexander Fleming estudiando una bacteria que produce infecciones a humanos: el estafilococo. Uno de los cultivos se le contaminó con un moho común. El mismo que se deposita sobre las naranjas que olvidamos en un rincón de la nevera.
En la placa, alrededor de la zona de crecimiento del moho, quedó una región en la que el estafilococo no crecía. En lugar de desechar las placas de cultivo, Fleming interpretó las propiedades químicas del moho correctamente: tenía un antibiótico, le llamó penicilina. Al año siguiente, publicó su hallazgo, pero no tuvo demasiado eco entre la comunidad científica.
No fue hasta 1938, cuando Florey y Chain se dedicaron a experimentar la penicilina sobre conejos y ratones infectados por bacterias. Y consiguieron su curación. Los tres: Fleming, Florey y Chain recibieron el premio Nobel en 1945.La comercialización de la penicilina tuvo lugar años más tarde, una vez acabada la II guerra mundial.
La penicilina ha cambiado para siempre el tratamiento de las infecciones bacterianas y permitió el desarrollo de la industria farmacéutica. Desde entonces, enfermedades como la neumonía, la sífilis o la tuberculosis dejaron de ser las plagas que habían sido.
Programa 346 Plantas medicinales (9/2/2005)
Enlaces de interés
Nobel 1945: Fleming, Florey y Chain:
Nobel Prize