¿Pensabas que la naturaleza tiende a la perfección? Pues no, para adaptarse a los cambios a que se tiene que enfrentar, la naturaleza echa mano de lo que tiene más cerca.
Uno de los ejemplos más claros que revela que la naturaleza no tiene finalidad ni perfección es nuestro ojo. Hagamos un experimento. Dibuja una cruz y un círculo en una cartulina, y sitúala a unos 20 cm. del ojo derecho.
Entonces, cierra el ojo izquierdo; mira la cruz con el ojo derecho y acércate lentamente la cartulina al ojo. Llega un momento en que el círculo desaparece de tu campo de visión.
Si sigues acercando la cartulina al ojo, el círculo vuelve a aparecer. ¿Qué está pasando?
Lo que sucede es que en el ojo tenemos un punto ciego, que no puede ver.
¿Por qué tenemos este punto ciego?
La retina es la capa nerviosa que recubre la parte interior y posterior del ojo, sobre la que se forman las imágenes que vemos: está constituida por células sensibles a la luz. Estas células de la retina envían la imagen percibida al cerebro por unas prolongaciones que se entrelazan en el haz que forma el nervio óptico.
Y, curiosamente, este nervio óptico, en lugar de salir por atrás, para no entorpecer la recepción de la luz, sale por delante de la retina. Así, la salida del nervio óptico y los vasos sanguíneos dejan un punto ciego sin células sensibles a la luz.
La existencia del punto ciego no fuese conocida hasta el siglo 18, porque normalmente no lo percibimos. Como tenemos dos ojos: al mirar un objeto con ambos ojos, la percepción de uno compensa la del otro. Si cerramos un ojo tampoco seremos conscientes de la existencia del punto ciego porque el cerebro normalmente nos engaña y completa la parte que falta de la imagen.
Pero si realizamos un truco como el de la cruz y el círculo, ponemos de manifiesto que en la formación de nuestro ojo, como en tantos otros ejemplos, la naturaleza soluciona sus problemas con lo primero que tiene a mano, sin diseño previo, ni finalidad. No tiene en absoluto esta perfección que muchos le atribuyen.
Programa 337 Cosas que nunca debimos aprender (8/12/2004)
Enlaces de interés: Punto ciego del ojo