Pensabas que la química del aire se conocía desde antiguo?
Pues no, Joseph Priestley, uno de los asiduos de la Sociedad Lunar de Birmingham, estaba fascinado por los gases que lo componían.
Priestley, realizó una serie de experimentos, famosos y definitivos, para los que empleó una vela encendida, como fuente de energía, una planta y un ratón, en un espacio cerrado.
Colocó la vela encendida dentro de una campana, hasta que la vela se apagó. Dedujo que la vela había gastado un gas combustible, y que el gas que permanecía ya no tenía la capacidad de soportar una llama. Repitió la prueba con más elementos: colocó en la campana una nueva vela, y además introdujo un ratón. Al cuarto de hora el ratón ya no vivía. El ratón necesitaba para respirar el mismo componente del aire que la vela necesitaba para arder.
En la tercera parte del experimento introdujo, además de la vela encendida y el ratón, también una pequeña planta dentro de la campana. El ratón vivió y la vela ardió hasta consumirse.
Es decir, que la planta debía producir el aire que tanto el ratón como la vela encendida debían necesitar.
Este gas que Priestley había descubierto era el oxígeno, sin él ser consciente todavía de la importancia de su hallazgo. Porque, en aquel momento acababa de realizar una prueba que relacionaba las dos ecuaciones más importantes de la biología: la fotosíntesis y la respiración.
Estas reacciones, a su vez, son inversas entre sí: las plantas toman dióxido de carbono y liberan oxígeno por medio de la fotosíntesis; el producto final es la glucosa. La respiración es la reacción inversa: gracias a que el oxígeno ayuda a quemar glucosa, expelemos dióxido de carbono y vapor de agua.
Priestley no fue comprendido en su país. Por ser un clérigo demasiado liberal tuvo que emigrar a los Estados Unidos, donde murió en 1804.
Programa 332 Inventores del mundo moderno (3/11/2004)
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