Hoy vamos a ver cómo las personas tenemos tendencia a asumir menos riesgos cuando queremos obtener beneficios, que al evitar pérdidas.
Imaginemos un mecenas que regala 10.000 euros a cada una de las personas de un grupo. Y les ofrece dos posibilidades.
Por una parte, regalarles 5.000 euros más. Por otra parte, les ofrece regalarles 10.000 euros más, según el resultado del lanzamiento de una moneda al aire.
La mayor parte de las personas prefiere los 5.000 euros adicionales, sin arriesgarse a obtener el doble o nada, según caiga la moneda.
Imaginemos un segundo mecenas, quien ofrece 20.000 euros a cada una de las personas de otro grupo. Además, les ofrece otras dos posibilidades. Bien que le devuelvan 5.000 euros cada uno; o bien que le devuelvan nada o 10.000 euros según el lanzamiento de una moneda al aire.
En este segundo caso, la mayoría prefiere lanzar la moneda al aire para evitar la pérdida.
Estudiando las dos propuestas con detalle, vemos que las opciones que se presentan a los dos grupos son las mismas: elegir entre 15.000 euros seguros o una moneda que determine si la ganancia es de 10.000 o de 20.000 euros.
Frente a la posibilidad de ganancia nos agarramos a la cantidad segura. Frente a la posible pérdida nos arriesgamos a perder todavía más.
Diversos estudios han puesto de manifiesto que los jugadores de bolsa experimentan mayor sufrimiento después de una pérdida financiera que placer tras obtener una ganancia equivalente.
El fondo que persiste es la tendencia a minimizar al máximo el pesar, el sufrimiento.
Programa 325 Las raíces del sufrimiento (29-06-2004)