
Los pulpos son, entre los animales invertebrados, los que han demostrado más inteligencia y capacidad de aprendizaje. Son animales solitarios que aprenden con la experiencia: una vez descubren la solución a un problema, la recuerdan y la pueden resolver más adelante de forma más rápida.
Pero tienen también otras peculiaridades; al ser moluscos que han perdido la concha, los pulpos son animales extremadamente dúctiles. Esto es lo que vamos a ver en el experimento de hoy.
En el jardín de los pulpos del Aquarium Finisterrae de la Coruña, vemos un pulpo en un tanque de agua.
En una cubeta situada dentro del tanque podemos ver un pulpo que lleva tres días de ayuno.
En otra cubeta dentro del mismo tanque se introduce un cangrejo, alimento tentador para un pulpo.
Las dos cubetas se conectan por un tubo de plástico transparente de 5 centímetros de diámetro.
Con un ojo casi humano, el pulpo enseguida ve al cangrejo. Dado que ha solucionado el problema previamente, sabe que tiene atravesar el tubo de plástico para saciar su apetito.
A pesar de la estrechez del tubo, por no tener caparazón ni externo ni interno, el pulpo puede aprovechar la ductilidad de su cuerpo y llegar a la cubeta donde está el cangrejo.
Pero cuando el pulpo llega a la segunda cubeta, el cangrejo no se va a dejar capturar fácilmente.
El pulpo intenta la aproximación, pero el cangrejo ofrece resistencia armado con sus pinzas.
Tras un rato de baile de aproximación, el pulpo salta sobre el cangrejo y consigue capturarlo. Lo gira, y por el abdomen, la parte más frágil del caparazón, consigue hincarle el pico.
El cangrejo, poco a poco va dejando de moverse, y el octópodo consigue así saciar el apetito de días con una de sus presas favoritas.
Finalmente, no quedan más que unos restos del cangrejo sobre el fondo de la cubeta, como testimonio de la capacidad de memoria y la versatilidad del pulpo.
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