Uno de los malditos por la ciencia fue Miguel Servet, un personaje muy debatido y típicamente renacentista. Servet nació seguramente en la localidad aragonesa de Villanueva de Sigena (Huesca), en 1511 y murió en Ginebra en 1553.
Como buen renacentista, Servet era un personaje inquieto: en Toulouse (Francia) estudió derecho. Sostuvo debates teológicos en Italia, Alemania, Suiza y Francia. En Lyon, publicó la Geografía de Ptolomeo e inició estudios de medicina, que completó con práctica en diversas ciudades de Francia.
Durante la práctica médica, observó la circulación menor de la sangre: el circuito que lleva la sangre venosa desde el corazón a los pulmones para el intercambio gaseoso y la devuelve al corazón para que pueda ser distribuida por el organismo una vez oxigenada.
Después de las enseñanzas del Galeno, el gran médico griego del siglo 2 dC, se consideraba que el alma humana se encontraba en la sangre. No nos ha de extrañar pues que Servet publicara en 1553 la corrección a las enseñanzas de Galeno en la obra Christianismi restitutio’’: consideraba que para conocer el alma humana, había que conocer el funcionamiento de la sangre.
Es probable que, aunque Servet realizara practicara e introdujera la teoría de la circulación menor de la sangre en Europa, no fuera suya original, sino que la hubiera conocido por el comentario que el médico palestino Ibn al-Nafis, introdujera en el siglo 13 al Canon del médico persa del siglo 10 Avicena.
Servet era un panteísta místico, que no creía ni en la Trinidad ni en el pecado original. Defendiendo sus ideas, se enzarzó en duras polémicas con teólogos europeos, tanto católicos como protestantes.
Por sus discrepancias, Calvino le denunció a la inquisición. Servet huyó, pero queriendo luchar en el foro de Calvino, se dirigió a Ginebra, la ciudad del reformista suizo.
Programa 322 Malditos por la ciencia (8/6/2004)
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Miguel Servet
Circulación de la sangre