En Austria-Hungría, a mediados del siglo XIX un médico, Ignaz Semmelweis, pensó que las mangas sucias de los médicos obstetras podían tener algo que ver en la elevada muerte de mujeres por fiebres tras el parto atendidas por ellos.
Semmelweis, un joven médico húngaro trabajaba en el pabellón obstétrico del Hospital General de Viena durante la década de 1840. Estaba muy sorprendido por la alta mortalidad de sus pacientes: casi el 20% de las que atendían él y sus colegas (médicos y estudiantes de medicina, todos varones) morían de las llamadas ‘fiebres puerperales’. Este porcentaje era casi cinco veces superior al de las mujeres atendidas en el pabellón atendido por las estudiantes para comadrona.
Tras varias coincidencias, Semmelweis introdujo una política estricta a sus estudiantes: tenían que lavarse las manos tras hacer una autopsia y antes de atender a las parturientas. Al poco, la tasa de mortalidad bajó del 20% al 1%. A pesar de los datos, el método de Semmelweis no se generalizó entre la comunidad médica.
Años más tarde Semmelweis murió en una institución mental en Austria tras varias crisis psiquiátricas. Paradójicamente, ese mismo año, el cirujano británico Joseph Lister empezó a utilizar una solución de ácido carbólico en la preparación de sus instrumentos quirúrgicos para eliminar agentes causantes de enfermedades infecciosas.
Programa 318 La próxima epidemia planetaria (4/5/2004)
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